domingo, 9 de enero de 2011

La irradiación como defensa

En oportunidades anteriores hablamos acerca de que Espíritu y Materia no son diferentes, sino que lo que sucede es una desdensificación vibracional. El Espíritu, la Materia y el Alma son tres energías que están presentes en todo lo que existe y que se originaron en el comienzo de los tiempos, en el Big Bang. Son el Padre, la Madre y el Hijo, cada uno con cualidades diferentes. El Padre se relaciona con la Voluntad y la Síntesis, la Madre con la Mente y la Inteligencia las cuales lograrán la Adaptación, y el Hijo con esa cualidad maravillosa llamada Amor, que hace que todo lo que exista tienda a unirse, hermanarse, fusionarse para volver al Padre algún día. El Padre se unió a la Madre y surgió el Hijo como consecuencia. El Hijo baja a las dimensiones inferiores de manifestación y se halla en cada uno de los átomos del Universo. Por eso decimos que no hay diferencias, porque todo lo que existe posee las tres cualidades.

Así se crean cada uno de los cuerpos del hombre y de todo lo existente. Recordemos la constitución septenaria: cuerpo átmico, búdico, mental superior, mental inferior, astral, etérico y físico. Los cuatro cuerpos inferiores forman la Personalidad del Hombre. Pero sucede que los planos más densos nos confunden e hipnotizan, volviéndonos materialistas y sensoriales, alejándonos del verdadero propósito de la vida.

Pero como todo es perfecto en la Creación, el apego por las cosas materiales y mundanas produce tarde o temprano una crisis, lo que lleva al sufrimiento, al peligro y finalmente a la oportunidad. ¿Oportunidad para qué se preguntarán? Para reorientar el rumbo de nuestras vidas, para escuchar la voz del Alma y expresar así su excelsa cualidad: el Amor. Es decir que vinimos a amar, a aprender a amar como se debe, sin esperar recompensas ni retribuciones de ningún tipo, como el amor brindado por los grandes maestros que tuvo la humanidad. Cristo, Gandhi, Teresa de Calcuta, Buda, Krishna, nunca esperaron nada, sólo dieron lo mejor de sí para que el ser humano logre mejorar y encontrar su rumbo.
El cuerpo etérico posee unos centros llamados chakras, que son vórtices de energía conectados con las glándulas endocrinas. Las conexiones son estas:

• Chakra coronario con la glándula pineal
• Chakra frontal con la glándula hipófisis
• Chakra laríngeo con la glándula tiroides
• Chakra cardiaco con la glándula timo
• Chakra del plexo solar con el páncreas endocrino
• Chakra sacro con las gónadas
• Chakra base con las glándulas suprarrenales

Uno es agresivo, egoísta y sexual cuando es gobernado por los chakras inferiores, los que al estar conectados con las glándulas suprarrenales y las gónadas, las hormonas que están actuando son básicamente la adrenalina (que nos prepara para luchar) y las hormonas sexuales (que fomentan la líbido). A medida que uno evoluciona y toma conciencia de su Ser Interno, se activan los centros superiores y por ende disminuyen las hormonas antes mencionadas, por lo que el individuo cambia lucha por cooperación. Lo que está sucediendo en realidad es que el Alma comienza a inyectar sus energías, por lo que se activan los chakras y se cambia la actitud frente a la vida.
Sucede algo maravilloso con respecto a los chakras: la misma clase de energía que sale de nosotros es la clase de energía que ingresa. Esto significa que el ser humano recibe exactamente lo que es capaz de dar. A medida que uno descentraliza su vida, es decir que se vuelve menos egoísta, se comienza a sentir una especie de relajación en lugar de la tensión que provoca el deseo. Este último no tiene límites, siempre se quiere más y más, lo que hace que aparezca como una insatisfacción permanente, un sentimiento de alegría efímero con un sabor dulce al principio pero amargo al final. Por otro lado al dejar de ser agresivos vemos a los demás ya no como enemigos, como seres que nos agreden constantemente, sino como almas que están al igual que nosotros en este mundo para cumplir una experiencia que los acerque a Dios. Nunca olvidemos que las personas que nos agreden, maltratan, injurian o lastiman, son maestros que nos brindan la oportunidad de aprender a través del dolor: nada en el universo se produce por azar, todo lo negativo y doloroso en nuestras vidas fue justo lo que necesitábamos para comprender algo, porque de otra manera no lo pudimos ver.

Hablemos un poco de anatomía humana analizando nuestras defensas. Cuando nos pinchamos con una espina la zona se pone roja, se hincha y se calienta. Nuestros glóbulos blancos acuden al lugar de la batalla de una manera casi inmediata. Para ello se enrojeció y se hinchó la zona afectada, para traer más sangre con defensas. Y la temperatura aumentó para evitar la reproducción de los gérmenes que ingresaron. Es decir que hay una lucha cruel entre invasores y fuerzas internas. Pero esta batalla deja secuelas en nuestros órganos internos, principalmente en timo, tiroides, suprarrenales, estómago, duodeno, riñones e hígado.

A medida que el ser humano avanza en la escala evolutiva, la calidad de la defensa va cambiando. Si observamos los animales más inferiores ellos poseen garras, dientes afilados, púas para defenderse: el más fuerte es el ganador, se debe competir y atropellar para salir adelante. El hombre espiritual se inserta con sabiduría en el medio que lo rodea y cambia competición por cooperación. El chakra cardíaco despierta y activa al timo, el cual como es el comandante en jefe de la defensa, activa también todo ese mecanismo y las enfermedades ya nos afectan en menor grado. Hay un cambio en los circuitos energéticos y ocurre algo importantísimo: la irradiación.
Esta irradiación es una defensa mucho más efectiva que la que poseíamos antes. Para entender esto recurramos a este ejemplo: miremos un cachorro de cualquier especie, ¿no es acaso su sola irradiación una defensa? ¿no nos producen una ternura que nos vuelve incapaces de dañarlos? Con el ser humano sucede lo mismo, su sola irradiación lo protege del entorno.
Si no logramos la irradiación, el stress hará estragos en nosotros afectando los órganos antes mencionados, hasta que finalmente, si estamos en tiempo, surgirá la adaptación. ¿Qué significa esto? Que por fin escucharemos la voz de nuestro espíritu, modificando hábitos, costumbres, modos de actuar, de sentir y de pensar.
La Mente nos orienta y el Amor surge como consecuencia de la conexión mente-espíritu. Conclusión: la defensa depende de los chakras que se mueven según la conciencia. Cuando el chakra cardíaco se activa (previa activación de los tres chakras inferiores), comienza la irradiación y las defensas físicas ya no son tan necesarias. El stress y las enfermedades son necesarias para enderezar y exaltar nuestras cualidades dormidas. Cuando ya las hemos redescubierto, los desequilibrios físicos ya no nos afectan como antes, ya no los necesitamos.
Este despertar produce dos cosas importantes: alegría y responsabilidad. La alegría proviene del resultado de entender el juego de la vida, de las Creaciones. Comprendemos por fin que somos seres de luz creadores de universos, que las cadenas de amor son eternas y que los seres que amamos nos acompañarán por siempre. El miedo a la muerte desaparece ante la vida eterna, y ya no es una cuestión de fe sino una comprensión racional y lógica.
Es una alegría diferente a la que se siente habitualmente, no tiene que ver con la satisfacción de nuestros sentidos, con la satisfacción de los deseos mundanos, sino con un sabor dulce que permanece como el de después de haber dado un beso a la mujer amada, como el de después de haber hecho una obra de bien a un necesitado. La responsabilidad surge también de la comprensión de que somos todos iguales, que sólo nos diferencia el azar de un destino, que independientemente de nuestro rol de padre, madre, hijo o amigo, de nuestra profesión u ocupación, provenimos de una misma fuente y vamos hacia ella por caminos diferentes. Esto conlleva a ver más allá de lo obvio, más allá de las relaciones entre los seres humanos, más allá del nivel social, del presente que viven, entendiendo que cada uno transita por una experiencia necesaria para su despertar y crecimiento espiritual. Ser responsable implica ayudarlos siempre que podamos, no juzgarlos, mostrarles el camino a seguir, ser ejemplo.
Y esta responsabilidad debe ser aplicada no sólo para los seres humanos sino también para todos los seres de la creación (plantas y animales).
Finalizando: en un principio debemos sacrificarnos para encontrar la luz interna, pero luego el sacrificio personal se transforma en servicio, pudiéndolo llamar también sacrificio por el prójimo.
No resultará fácil, pues la vida tiene tal poder hipnótico que hace que incluso un Iniciado nacido en este plano pueda no “despertar” y ser arrastrado por ella. Cuando se realiza el servicio, no se espera nada a cambio, ni siquiera un agradecimiento, sólo se da.
Así son los sembradores, esparcen por toda la tierra los gérmenes de vida con la esperanza que rompan sus cáscaras y anclen sus raíces para luego florecer y dar frutos. Y luego esos frutos esparcirán más semillas.
Esta es la cadena de la fraternidad de la que hablaba Jesús y todos los grandes Maestros, esta es la cadena que nos enseñó Cándido a construir, pero primero hay que transformarse en un eslabón fuerte y resistente.
(Análisis y comentarios del libro “Timo” de Aurora de Kantor)